Un sedante y a dormir. Y ni se te ocurra pensar en despertarme,
que yo ya estuve y te vi venir, quise verte y no me dejaste.
Regalé mil flores por una sola razón. Quise regalarme entera, quise ser una flor. Si la única forma de terminar era marchitando, lamento no haberme dado cuenta antes, pero presento mi renuncia indeclinable. Quería ser una flor, resplandeciente, cuidada humildemente en un vaso de agua, y quizás compartir aquel microambiente con una aspirina destinada a cuidarme. Y que me contemplasen un ratito cada día. Y que me domesticasen. Yo también quise ser demosticada, y se lo dije: "Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres." Sí, así de melosa se puede ser, y podés dibujarlo y también eso regalarlo, como regalaste todo, pero no sirve. Algo que aprendí: todo lo que haga no sirve.
Esta maldita manía de insistir.
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