quiero ver las culpas sobre la mesa de otros que no son yo
Music is your only friend
Until the end
sábado, julio 25, 2009
domingo, julio 12, 2009
...en una ocasión, imagínese usted, en Drohobycz, llegó una actriz de gran lujo, ¡toda una fiera! un día en el autobús por casualidad le acaricié la mano, oh señoritín mío, qué delirio, qué frenesi, una excitación indescriptible, un deseo loco de volver a repetir aquel acto, ¿pero cómo?, ni hablar, imposible, hasta que finalmente, en mi amargura, se me ocurrió una idea astuta: ¿por qué has de buscar otra mano cuando tú mismo tienes dos?, no me lo va a creer, pero con cierto adiestramiento se llega a tal perfección que una mano puede excitar a la otra, por ejemplo, bajo la mesa, cuando nadie ve, y también si vieran, qué importa, las propias manos pueden tocarse y también tocar las caderas, uno puede tocarse una oreja con el dedo, el placer de hecho es cuestión de voluntad, de intención, si usted se las ingenia encontrará un mundo ilimitado de diversiones en el propio cuerpo, no pretendo que demasiadas, pero siempre es mejor algo que nada, claro que preferiría una odalisca..., pero como no la tengo...
Se levantó, hizo una reverencia y canturreó:
¡Cuando no tienes lo que amas,
entonces ama lo que tienes!
Se levantó, hizo una reverencia y canturreó:
¡Cuando no tienes lo que amas,
entonces ama lo que tienes!
sábado, julio 11, 2009
Por consiguiente, no me puedo quejar. Algo me ha dado la vida. Otros han obtenido más, ¡qué se le va a hacer!, pero, veamos, ¿quién me garantiza que hayan tenido más? Cada uno cuenta historias, presume que si con ésta, si con aquélla, en realidad es algo que uno nunca sabe, de vuelta en la casa te quitas los zapatos, te acuestas contigo mismo, ¿entonces?, ¿a qué viene toda esa palabrería?, en vez de eso, yo me dedico a proporcionarme mis pequeños placercitos, no sólo los eróticos, me advierto como un príncipe también con las bolitas de miga, o limpiando los pince-nez; por lo menos durante dos años he practicado esta diversión, los otros me llenan la cabeza con asuntos familiares, de trabajo, con la política, y yo, como si nada, limpio mis pince-nez...¿qué decía?, ah, sí, no puede imaginarse cómo uno se agiganta con esas pequeñeces, es increíble, el hombre se convierte en cíclope, se siente un país entero bajo la planta del pie y es como si estuviera a centenares de kilómetros de distancia, en las fronteras sudorientales, además el talón del pie puede proporcionar también algunas satisfacciones, todo depende de la intención, del punto de vista, ¿me entiende?, si un callo puede producir dolor, por qué entonces no ha de proporcionar también placer? ¿Y el deslizar la lengua por entre las barreras de los dientes? Así, pues, decía...en el epicureísmo, es decir, el placer puede ser de dos tipos, primum: jabalí, toro, león, secundum: pulga, mosquito, ergo, puede ser en grande y en pequeña escala; si se trata de este último tipo, entonces se requiere una capacidad especial para microscopiar, para disgregar, es necesaria una justa división, si come un caramelo, las etapas pueden ser las siguientes:primum tomarlo, secundum desenvolverlo, tertium llevárselo a la boca, quartum jugar con la lengua, con la saliva, quintum tomarlo con la mano, observarlo, sextum triturarlo con los dientes...para quedarnos sólo en el ámbito de esas cuantas etapas, como ve, uno puede pasarlo sin dancings, ni champagne, cenas íntimas, caviar, escotes, frufrús, medias de seda, pantaletas, senos, sin arquear el cuerpo, sin ayuntarse, ja, ja, ja, ay, ay, ¡cómo se permite usted!, ja, ja, ja, ay, ay, ay, jo, jo, jo, ju, ju, ju, acariciar una nuca. Me quedo en cambio en la casa, con la familia, cenamos, converso con los huéspedes, y no obstante disfruto en secreto de deleites dignos de un café cantante parisino, calladito, calladito. ¡Veremos si logran descubrirme! No, jamás me descubrirán, ja, ja, ja. Todo consiste en saber conformarse internamente con placercititos, con deseititos, que son como abánicos de pluma dignos de la corte de Solimán el Magnífico. Los golpes de cañón son importantes, pero también lo es el tañido de las campanas.
Cosmos, Witold Gombrowicz