viernes, septiembre 15, 2006

¿Quién (me) escribirá la historia de lo que pudo haber sido?

Siento que allí está el secreto, en esa mirada incompatible con el hombre que ahora soy, y en la que está presente (además de una tremenda inocencia, es decir, de toda la ignorancia disponible) otra actitud para sufrir la vida. ¿Que otro pude haber sido? Sé que estas interrogaciones no me llevarán a nada, pero creo sinceramente, aun sin saber a ciencia cierta por qué, que lo único que excede en mí, la vulgaridad, es justamente eso que pude ser, y que no soy. La mera posiblidad -aunque sea, en mi caso, una posibilidad frustrada- alcanza para dar otro tono a la vida corriente. No deja de ser curioso que yo crea irracionalmente en que pude haber sido mejor y que a la vez eso baste para amargarme y conformarme. Para mí significa una especie de morosa fruicción el imaginar las probables prolongaciones de ciertas dudas del pasado y figurarmo cómo habría sido este presente si en tal o cual instante yo me hubiera decidido por el otro rumbo. Pero, ¿existe verdaderamente ese otro rumbo? En realidad, solo existe la dirección que tomamos. Lo que pude haber sido, ya no vale. Nadie acepta esa moneda; yo tampoco.

Vulgaria...Sí, Vulgaria

De modo que, perdida la esperanza de creerme inteligente o apasionado, me queda la menos presuntuosa de saberme sincero. Para saberme sincero he empezado estas notas, en las que castigo mi mediocridad con mi propio y objetivo testimonio. Es cierto que el mundo rebosa de vulgares, pero no de vulgares que se reconozcan como tales. Yo sí me reconozco. Por otra parte, comprendo que este orgullo absurdo no me brinda nada, como no sea un bochornoso fastidio de mí mismo. Ahora bien ¿de qué depende mi vulgaridad? ¿Con qúe, con quién debo medirla, compararla? Que la reconozca en mis acciones, en mi intenciones, en mis torpezas,no significa un encono especialmente destinado a mi carácter. Tampoco los otros -salvo inseguras excepciones- me parecen geniales. Sí, todo el mundo me parece vulgar, pero eso no prueba nada, con excepción de que mi concepto de lo excelso, de lo destacable, de lo extraordinario, no es nada vulgar, ya que lo reputo inalcanzable. ¿Entonces? Entonces nada.