Ayer era otra cosa. Hoy cambió. Fui feliz durante un día, qué increíble, conformarse con veinticuatro horas de alegría. Sé que no son lo mismo, pero voy a usarlas como sinónimo. Ahora no tengo ganas de nada, quiero que me dejen sola. Tengo que hacer el luto, vestirme de negro y que pasen todos a ver lo que ya no es. No es nada, es todo, es casi lo mismo, pero es tan berreta como las copias de La Salada de las que alguna vez comenté. Dudo, desconfío de mí, de todo...quiero ser libre. La libertad que me permite probar muchas cosas nuevas, sí, y no quedarme con ninguna, ya no quiero ningún tipo de apego con nada. Nada más con mi perro.
Los vidrios, que son como espejos, que es el infinito, que es la imitación, que es la no-vida, que es la realidad, lo real, la invención, las neuronas, la nada. Todo se reduce a la nada. Quiero las cenizas, crémenlo. Que crezca otra cosa sobre todo lo que se desintegró.